NUEVA VIDA
Hace muchos años, cuando era niño mi mamá me había comprado una alcancía de yeso el cual tenía forma de un conejito, mi hermana y yo jugábamos un día, y accidentalmente la soltó y aquella que apreciaba tanto estaba hecha pedazos, con el afán de arreglar el desastre, entre lágrimas, a mi hermana se le ocurrió pegarla con goma; algo imposible por supuesto. Esta anécdota viene a mi mente cuando hablo de la doctrina de la Regeneración.
Esto se asimila a lo ocurrido en el jardín del Edén. El pecado destruyó el estado original del hombre con el que fue creado, cuando Eva y Adán desobedecieron la orden de Dios, automáticamente la imagen y semejanza con la cual fueron creados fue corrompida; aquella naturaleza moral y comunión perfecta fue destruida por Satanás. justamente, estaba como aquella alcancía destruida ¿Podía alguien restaurar lo que satanás había destruido?
Reflexionando en esto, es posible pensar que, el significado mejor ajustado a la palabra regeneración es: “ser otra vez” aunque este concepto sugiere otros significados tales como: empezar de nuevo (Tit.3:5), nacer otra vez (Jn. 3:7), dar vida (Ef. 2:1), restaurar (1 P. 2:24) y renovar (Rom. 12:2), entre otros. En este sentido, regeneración es una transformación efectuada por Dios en nuestros pensamientos, emociones y voluntad; es decir, somos vueltos al estado original con el que fue creado el hombre. Todo esto por medio de la fe en la sangre de Jesucristo.
La regeneración, principia una nueva vida en el hombre. Además, la conversión es fundamental para esta renovación espiritual, porque representa un cambio radical en la vida del hombre (2 Cor. 5:17). Desde el momento que reconocemos a Jesús como nuestro único Salvador, nuestras intenciones y deseos ya no son gobernados por nuestra naturaleza depravada, si no por Dios; siendo nosotros una morada del Espíritu Santo.
Por tal razón, la inmoralidad, inmundicia, lascivia, enemistad, pleito, celo, ira, egoísmo, disensión y envidia son remplazadas por: “amor, alegría, paz, paciencia, amabilidad, bondad, fidelidad, humildad y dominio propio” (Ga. 5:22-23 DHH). Esto representa un revestimiento de vida nueva y transformación; de tal manera que, el ser humano viva una vida agradable, abundante, llena de gracia y de la presencia de Cristo en su corazón (Jn. 10:10).
Finalmente, mi hermana no podía de ninguna manera restaurar aquella alcancía; Jesús sí puede restaurar al pecador arrepentido. Solo en las manos del alfarero podemos ser transformados de manera espectacular, solo Cristo puede reunir los pedazos que el pecado ha dejado y destruido en el hombre, a fin restaurar Su imagen en nosotros.
Autor: Israel Neftalí Ixcayau Tzun
Diseño y publicación: Esdras Calel
Revisores: Emerson Elías y Esdras Calel
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