En muchas ocasiones me he veo al espejo, observo las cicatrices en mi rostro, suspiro y digo “poco a poco, esto se irá borrando”, era adolescente, cuando el acné visitó mi cuerpo. Algunas personas creen que los tiempos difíciles solo se desarrollan en la vida adulta, y claramente, esto no es así. Ser acompañada por el acné era complicado, sin querer había dejado de descansar en Dios. Yo había conocido a personas con esto, pero nunca lo había experimentado. Aún recuerdo esos momentos, que sin mencionarlos, solo me hace resonar, lo difícil que fue esa etapa. Me frustraba, intentaba amarme y créelo, pero era difícil, el acné era intenso. Mi rostro parecía estar rojo e inflamado todo el tiempo. Los dermatólogos me realizaban exámenes, y peeling, pero no había resultado. Los doctores concluyeron que la única que podría hacer algo por esa situación, era yo. Por lo que trabajar en mí, era un deber innegociable. (Aunque aparentemente lo hacía).
He escuchado a muchos decir, “a tu edad yo disfrutaba de la vida”. Palabras que suelen decirse cuando se olvidan las experiencias que han hecho al hombre madurar y conocer que, no todo se trata de alegría. Cada etapa del hombre, tiene su fortaleza y crisis, obviarlas seria negar lo que ahora lo hacen fuerte. Cuando Dios creó al hombre, deseó que este viviera en plenitud, gozará, llorará y se cuidará, hasta de sí mismo. Y sobre todo, que no se olvidara, que Él cuidaba del hombre, las Escrituras dicen: “en el mundo tendréis aflicciones, pero confía en mí”.
Todo hombre ha pasado por momentos de crisis, algunos más graves que otros. Y seguramente han deseado salir y encontrar el lugar o la persona que le brinde paz. Sin embargo, este es el momento justo, para notar que no existe nadie más que Dios, para entender al hombre. Joice Meyer menciona “es importante mantener la fe y la confianza en Dios en medio de las pruebas y tribulaciones. En esos momentos el Señor edifica paciencia, persistencia, carácter y finalmente producirá una esperanza confiada”.
Después de muchos años he entendido que mantener la calma, aunque no es fácil, es necesario, para no arrepentirse de haber tomado decisiones emocionales y no racionales. Y mediante esto, vivir plenamente. La vida alegre, no es la ausencia de crisis, pero si, estar agradecidos por el aprendizaje que nos deja. Aunque el acné en ocasiones me saluda, he aprendido a manejarlo. Las cicatrices en mi cuerpo, muestra que quise tener el control y fallé, así que necesito de Dios en todo tiempo, no puedo manejar nada sola, y si lo hago, termino sin tener resultados.
Estas cicatrices dan testimonio de que Dios me sanó, y las tuya ¿de que tratan?
Colaboradores
Artículo: Sara Mejía
Encargado de este Blog: Josué Guzmán
Comentários