En los primeros siglos de la era cristiana, había una práctica común entre algunos soldados romanos que vivían lejos el uno del otro: partían un pedazo de barro y cada uno llevaba consigo la parte correspondiente, para que cuando volviesen a encontrarse (quizá muchos años más tarde), pudieran reconocerse. Esto fue adoptado en el ámbito cristiano durante el segundo siglo, pues cada creyente, como señal de su fe en Jesucristo recitaba estas palabras: “Creo en Dios Padre Todopoderoso… en Jesucristo, su único hijo… y en el Espíritu Santo”. Lo cual les daba identidad y les permitía reconocerse entre sí.
Es interesante ver cómo este símbolo o señal se convirtió en una plataforma de testimonio cristiano que identificaba a los creyentes de los primeros siglos. Etimológicamente, la palabra señal se deriva del sustantivo griego semeion (σημεῖο), que significa: aquello que distingue a una persona o cosa de otras. De modo que, las señales referidas en Marcos 16:18: “Y estas señales seguirán a los que creen…”, también aluden a una distinción que permite identificar a las personas que han creído en Jesucristo. Ahora bien, como se puede notar en la declaración: “En mi nombre echarán fuera demonios, hablarán nuevas lenguas…”, el texto está centrado en glorificar el nombre de Jesús, más que en exaltar las virtudes de los creyentes. Por lo tanto, “las señales que seguirán a los que creen” dan testimonio del poder de Dios y no de los hombres.
De igual manera, el fruto del Espíritu se constituye en una plataforma que testifica de la obra del Espíritu Santo en los creyentes. Nuevamente, la importancia no radica en la capacidad humana de hacer el bien y permanecer en él, sino en el poder del Espíritu que le permite al hombre pensar, sentir y actuar correctamente. Entonces, si un cristiano muestra amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre y templanza, debe darle la gloria a Dios, pues sin la obra del Espíritu fuese imposible alcanzar ese estado.
Por lo que, si las señales mencionadas en Marcos 16:18 y el fruto del Espíritu que manifiestan los creyentes, se constituyen en una plataforma de testimonio de la gloria de Dios, ningún creyente debe jactarse de ello. Porque todo cristiano ha sido llamado para dar testimonio de Jesucristo y no para vanagloriarse por lo que solo Él puede hacer. Es importante la participación humana para testificar del poder de Dios, pero ningún hombre debe atribuirse la gloria de lo que Dios ha hecho, hace y hará.
Autor: Robin Sóla
Diseño y publicación: Esdras Calel
Gracias por dejarme saber más sobre Dios, nyt strands, hacía mucho tiempo que quería aprender pero no en todos lados se habla de Dios como en esta web tuya.
Los dones y el fruto del Espiritu Santo son para glorificar a Dios, edificar la Iglesia, dignificar al hombre y cumplir con la Missio Dei.